Una hoja vivía en un inmenso árbol desde hace mucho tiempo y aun, cuando era pequeñita le fascinaba todo lo que miraba, se movía para todos lados y cuando llegaba el viento del amanecer, temblaba de frio; y cuando llovía era una alegría por las gotas de agua que trataba de alcanzar.
Pasó el tiempo y la hojita creció, pronto se sintió valiente, quería volar ¡quería volar!
Así que al llegar el otoño, tomó valor y siendo frágil y verde agarró el primer viento de la estación y emprendió su vuelo.
Primero el viento la subió muy alto y no sabes lo que encontró, un hermoso parque del cual se enamoró, todo era colores y resplandor. Más las hojas alrededor parecían decirle adiós.
Seguía volando y desde lo alto una niña observó, a lado de un perrito que corría entre las flores. La hoja muy juguetona, hacerles una broma decidió.
Tomó impulso con el siguiente viento y decidió bajar; cuando estuvo cerca de una niña, comenzó a volar alrededor rozando su rostro hasta arrancarle una sonrisa por las cosquillas que recibió.
No contó con la sorpresa que llevaría Sofía al ver la hoja que tan verde y linda relucía, le gustó tanto su hoja especial que pensó en tenerla en un cuadro al lado de su cama.
Pero el viento cómplice y caprichoso hizo volar de las manos de Sofía nuevamente esa hoja viajera que muy alegre otra vez empezó a deslizarse por el cielo y movida por el viento llevarla a visitar nuevos y divertidos lugares.
Hoy ésta linda hoja ha pasado por aquí para visitarnos, seguro que en cualquier momento comienza nuevamente a volar con el viento del atardecer.
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Hoy valoremos con la imaginación