Rufo, el gnomo cocinero de postres deliciosos

Rufo, el gnomo cocinero

Una madrugada Micaela despertó con unos cantos de pajaritos parlanchines, trinaban sin parar que Mica ya no pudo volver a cerrar los ojos y descansar, escuchó algunos ruidos, no sabía que pronto conocería a un gnomo muy especial.

Se movía de aquí y se movía para allá, miraba al techo y luego a las cortinas, de rato en rato más pajaritos cantaban más cerca al ventanal.

Con mucha curiosidad, despacito a la ventana se acercó y entre las cortinas por la rendija miró; muchos pajaritos se movían y volaban en la ventana de a lado ¿Será que mamá olvidó cerrarla en la noche después de haber cenado?.

Sus pantuflas se colocó y a su muñeco cargó. Caminó sin hacer ruido por el pasadizo rumbo a la ventana para ver por qué tanto barullo de esos pajaritos que alrededor de la ventana se juntaban.

Cuando a la cocina llegó y sorprendida quedó… ¡El Gnomo que adornaba la cocina de mamá tenía un delantal y su gorrita de chef!. Andaba muy preocupado caminando encima de las mesas y sillas que ni cuenta se dió que era observado por Mica que sorprendida lo observó.

Algo había perdido, algo buscaba que no encontraba. ¿Será una receta? pensó Micaela. Muy valiente ella por la puerta de la cocina apareció y el Gnomo al verla mudo quedó, trató de hacerse el inmovil pero su cara lo delató, estaba tan rojo como el tomate y su corazón latía tan fuerte que todo retumbó.

-No tengas miedo gnomito, yo tengo más miedo que tú- Micaela exaltada expresó.

El Gnomo al verse descubierto solo tuvo que sonreir y saludar con sus manos chiquititas.
-Hola Micaela, soy Rufo- un poco tímido susurró.

– ¿Por qué estás preocupado?-
– Es que aun Lula la paloma no ha llegado con mis encargos del mercado y ya tengo que cocinar, mis amigos los pajaritos en la ventana esperan impacientes para comer.

Micaela sacó un poco de pan y Rufo el gnomo improvisó, cocinó unas tostadas de migas que los pajaritos felices y llenos volvieron a volar. Al rato llegó Lula preocupada por el retraso pero ya Rufo le había contado cómo lo resolvió.

Fue así que todos se conocieron, fue su mejor secreto: Micaela y un Gnomo Chefcito se hicieron grandes amigos que todos los domingos en la madrugada tienen un desayuno con tostadas y té antes de que sus papás despierten y al parque salgan a pasear.


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