Luciano era un niño aprendiz de mago. Todos los días después de recibir clases de magia, regresaba a su casa para practicar.
Le habían enseñado que al mover sus manos de una forma especial y decir ciertas palabras mágicas, podía hacer hechizos mágicos una y otra vez.
En la última clase aprendió a mover varias copas de cristal de un lado a otro, sin tener que tocarlas. ¡Qué bien lo hizo! ¡Ni una sola se rompió!
Ahora estaba decidido a mover cosas más grandes. ¡Qué fácil parecía!
Luciano salió a la calle y encontró hojas caídas por todas partes. Con un ademán de sus manos las juntó en un montón, y las colocó en un rincón del parque. Ahora todo estaba más limpio.
El niño siguió caminando calle abajo, y entonces encontró un gatito blanco y negro sobre el tejado de una casa. El gatito dijo miauuuuuu y se lavó sus patitas. El aprendiz de mago decidió darle una sorpresa. Movió sus manos, y el gato flotó en el aire hasta aterrizar en otro tejado. Otra vez dijo miauuuuuuu, pero esta vez del susto. ¡Luciano lo había hecho otra vez!
Cuando llegó la noche, después de cenar, Luciano salió a la terraza para contemplar el cielo lleno de estrellas. La luna mostraba tímidamente un pedacito de su cara. Aún no era luna llena, pero millares de estrellas iluminaban el pueblo dormido como si fuera de día. El niño se encontró contando tantos astros, grandes y pequeños, que se extendían de Norte a Sur. Entonces se le ocurrió una idea maravillosa.
– ¿Y si lo intento? – pensó tímidamente.
Alzó muy alto sus manos, dijo en voz alta las palabras mágicas secretas y…
¡Nada!
–Mmmmm– murmuró desorientado.
–Voy a intentarlo otra vez con más esfuerzo– se dijo
Alzó muy alto sus manos, empezó a moverlas como si fueran remolinos, dijo las palabras mágicas secretas y…
¡Nada, no pasaba nada!
–Falta más alegría– pensó
Alzó sus manos por tercera vez, empezó a moverlas como si fueran remolinos, a saltar de un lado a otro, a dar vueltas en círculos y a decir muy fuerte las palabras mágicas secretas y…
¡Las estrellas se movían!
–¡Si! ¡Se mueven! ¡Las estrellas se mueven!– gritó Luciano de alegría.
Entonces empezó a jugar con ellas. Las señalaba, les dirigía sus pases mágicos, y las movía de un lado a otro; todas las estrellas brillantes obedecían al aprendiz de mago.
A partir de entonces, cada noche jugaba con sus amigas del Universo.
Una vez hizo dos equipos de fútbol estelares, y las estrellas jugaron un partido dónde el balón era un pequeño lucero. En otra ocasión las ordenó para formar un circulo grande en forma de naranja. Menos mal que los vecinos estaban dormidos, pues de lo contrario se habrían sorprendido mucho a ver a las estrellas cambiar de forma y moverse libremente por el cielo nocturno.
Al parecer ellas también se divertían, porque con cada nuevo movimiento se volvían más luminosas.
Un día, mientras repetía su hechizo mágico con las estrellas, pensó:
–Se acercan carnavales, ¿Y si cada estrella tuviera un color diferente?
Aquel año los carnavales fueron espectaculares. Todas las estrellas lucían de colores distintos y la gente del pueblo las observaban maravillados.
– ¿Cómo puede ser posible? ¿Será cosa de magia?
Luciano sólo sonreía, pero siempre guardó silencio y no le reveló a nadie las palabras mágicas. Los niños magos saben proteger muy bien sus secretos.
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Hermoso cuento. Mi mellizas De 5 años se durmieron espléndidamente Al escucharlo. Lo acompañamos con musca para dormir…gracias!
Gracias Luciana,
Lo volvimos a leer y nos encantó una vez más.
Me encantó leerlo para mí hija de tres años, le encanta la magia y este cuento la atrapó mucho!
Se le estoy contando cuentos infatiñes ami mamá para qie se duerma esta muy bueno el cuento UwU
Me gusto mucho! Y mi pequeño se durmió con el.
original
Alicia, gracias por tu comentario.