El niño de la pelota vieja

El niño de la pelota vieja

Desde chiquito aprendió a contar con sus diez deditos, pero fue más feliz cuando papá le regaló su primera pelota, fue un diez de octubre, días antes de su cumpleaños y desde ese momento fue su inseparable mientras crecía.

El muy dormilón despertaba a las diez de la mañana; era fin de semana, después de saludar a mamá y papá agarraba su pelota y estaba listo para ir a jugar a la canchita de fútbol cerca de la villa, era de tierra, pero suficiente para la diversión. 

Al salir de casa contaba diez pasos y se ponía a correr pateando la pelota, haciendo piruetas, túneles pero siempre con cuidado al cruzar la pista, saludando a todos, al señor que barría, al de los periódicos y la señora de la bodega.

A los diez años, su pelota seguía a lado, el cuero ya se había desgastado, pero aún resistía todos los partidos que jugaba con sus amigos, su equipo era el mejor, diez jugadores y el arquero que siempre tapaba todo, mientras él hacía los goles… cuentan que una vez ganaron diez a cero y fue todo una fiesta en el barrio.

Ese día llegó un señor alto a casa a conversar con sus papás y le entregaron una hermosa camiseta, era de color rojo y tenía el número diez; era muy grande pero igual se la puso, aunque le llegaba a las rodillas, comenzó a correr por todo el barrio siempre junto a su pelota que se empezaba a descoser. Todos los vecinos lo miraban y sonreían mientras leían “Cebollitas”…

Otro día jugó en todo el lodo y al llegar a casa recogió diez flores del jardín del vecino para regalarlas a mamá, quien con lágrimas en sus ojos lo abrazó fuerte y con un beso inmenso en la frente le dijo “Dieguito, mañana debes ir a jugar a la pelota, a jugar como nunca antes”, era porque empezaba un campeonato donde todos quedarían pronto asombrados.

Fueron diez mil a verlo, fue una nueva camiseta de blanco y celeste también con el número diez, todavía tenía su pelota vieja, esa que siempre lo acompañaba. Había cumplido su sueño, todo lo que había deseado desde que contaba con sus deditos hasta diez.

Porque esa era su vida, esa era su historia, esa fue su pasión… “Jugar a la pelota”.


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Caricatura: Mauricio